Una tentadora oportunidad by Melanie Milburne

Una tentadora oportunidad by Melanie Milburne

autor:Melanie Milburne
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2017-07-06T07:09:25+00:00


Capítulo 7

LLEGARON a la casa de Cristiano en Milán cerca de la medianoche. Cruzar el umbral de la puerta fue para Alice como viajar al pasado.

Deslizó la mirada por el espectacular vestíbulo, la gran escalera que conducía al piso superior, los candelabros y estatuas de bronce que harían las delicias de cualquier coleccionista de arte. Había algunos cambios en la decoración y en la pintura, pero seguía siendo la casa de Cristiano, el hogar en el que había pasado su infancia hasta la trágica muerte de su familia.

Y allí había pasado ella las seis semanas más felices de su vida.

Cristiano le tomó la mano y la atrajo hacia sí.

–¿Te estás arrepintiendo?

Alice le rodeó el cuello con los brazos.

–No. Después de todo, solo es sexo.

Cristiano la miró fijamente.

–¿No te preocupa que los límites se difuminen?

«¿Si estoy preocupada? Desde luego».

–No –dijo Alice–. Pero se ve que a ti sí. ¿Qué temes? ¿Volver a enamorarte de mí?

Los ojos de Cristiano adquirieron el brillo del acero.

–Ya te he dicho que no estaba enamorado de ti –soltó a Alice y se separó de ella–. Voy por las maletas. Ve subiendo. Estaré contigo enseguida.

Alice se quedó paralizada. ¿Tenía que sonar tan… aséptico? Cristiano le estaba haciendo sentir como si acabara de conocerla en un bar y la llevara a casa para un rápido revolcón. ¿Dónde estaba el hombre que había subido la escalera con ella en brazos; el que la había tratado como a una princesa y no como a una prostituta?

–¿Hay alguien del personal?

–No, les he dado la noche libre.

Alice era consciente de que Cristiano estaba molesto con ella.

–¿Por qué no subimos juntos?

–Ya sabes dónde está mi dormitorio.

Alice alzó la barbilla.

–Ahora lo entiendo. Quieres jugar a que eres mi chulo. Vale, si eso es lo que quieres…

Se quitó el abrigo y lo dejó caer al suelo. Luego hizo lo mismo con el vestido y se quedó en ropa interior y tacones.

La mirada de Cristiano se veló. Apretó los labios.

–No hagas eso.

–¿El qué? –preguntó Alice, quitándose el sujetador y tirándolo al suelo–. Lo estoy pasando bien, ¿tú no?

Cristiano fue hacia ella y sujetándola con firmeza por el brazo, preguntó:

–¿Es que siempre tienes que buscar pelea?

Alice lo miró con ojos de rabia.

–Pienso buscar pelea hasta que me trates como a una igual.

–Pues empieza a comportarte como una adulta y no como una niña.

Alice pegó sus senos contra su torso.

–¿Esto te parece lo bastante adulto? –deslizó la mano entre sus cuerpos para tocar el sexo de Cristiano–. ¿Y esto?

Los labios de él atraparon los de Alice como si acabara de romperse una correa que lo mantuviera atado. No fue un beso de ternura, de exploración y reencuentro, sino de desenfrenada pasión.

Alice se lo devolvió con el mismo frenesí; sus lenguas se entrelazaron como si se retaran, como si se enfrentaran en un combate que nubló los sentidos de Alice. Tiró de la ropa de Cristiano, arrancándole los botones de la camisa en tal estado de ceguera que apenas percibió el sonido que hicieron al caer al suelo de mármol.



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